John Peterson, de 78 años, busca a su perro perdido, Max, después de que la mascota desaparece de su casa. John descubre la ausencia de Max cuando encuentra la correa abandonada y la puerta trasera entreabierta. Max, un dóberman, fue adoptado por John de un refugio local después de la muerte de su esposa, Mary. El perro le brindó compañía y apoyo durante el proceso de duelo de John.
La incansable búsqueda de Max por parte de John incluye la publicación de volantes y la visita a refugios y clínicas veterinarias locales. Amplía su radio de búsqueda, conduciendo a pueblos vecinos con la esperanza de encontrar a su amada mascota. Una mujer llamada Eleanor se pone en contacto con John y afirma haber encontrado a Max en su jardín. Había cuidado de Max durante varias semanas, proporcionándole refugio y compañía.
Eleanor le presenta a John una carta que encontró adherida al collar de Max, expresando su apego al perro. La carta revela la propia soledad de Eleanor y la alegría que Max trajo a su vida. John y Eleanor forman una profunda amistad, uniéndose a través de experiencias compartidas de pérdida y compañía. Su conexión crece a medida que pasan tiempo juntos, a menudo acompañados por Max.
La salud de Eleanor empeora, lo que lleva a John a convertirse en su cuidador hasta su fallecimiento. Después de su muerte, John honra la memoria de Eleanor donando su patrimonio para establecer un santuario para animales abandonados.